Es espantoso el sino de los seres humanos que, en su molicie, se acostumbran a la belleza y ya no pueden apreciarla (porque se torna parte de la vida cotidiana).
Ese mismo acostumbramiento es, quizás, lo que habilita la convivencia con la contaminación visual,/sonora/olfativa de las ciudades -y con los horrores de la Historia inscritos en cada calle.