¡Llegó Andy Warhol!

Andy Warhol en la Argentina. Andy Warhol en Buenos Aires. Andy Warhol de América, según la lectura curatorial de Philip Larratt-Smith. La muestra Andy Warhol. Mr. América inauguró el jueves 22 de octubre con una concurrencia inusitada: se comenta que asistieron a la vernissage 6.000 personas (la muestra se inauguró oficialmente el viernes 23 y continúa hasta el 22 de febrero de 2010). En sus momentos más dramáticos – a eso de las 19.40 hs.- se podía ver en la puerta la cola de gente que pugnaba por ingresar y era detenida en su intento por los guardias de seguridad del museo. Una larga fila que reunía artistas visuales, infaltables eventeros, señores y señoras paquetas, personas relacionadas con la moda (fotógrafos, diseñadores de indumentaria, modelos de ayer y de hoy), celebrities locales y muchas personas que parecían asistir por vez primera a una inauguración e, incluso, a un museo. Quizás esta muestra es vista como la excusa perfecta para exhibirse como un objeto de consumo visual. De hecho, por los comentarios que se escuchaban en las salas, los asistentes parecían más fascinados por mirarse unos a otros que por la oportunidad de ver las obras de Warhol.
La curaduría de Larratt-Smith, quien supo ser asistente de la famosa escultora Louise Bourgeois, es de una impecable cronología y abarca todos los períodos del artista. La muestra ocupa el 2º piso del Malba, incluido el pasillo que lleva al ascensor, y una sala del 1º piso. Organizada en discretos núcleos temáticos y punteada por reflexiones de Andy Warhol (aquí se conocen las publicadas por Tusquets en el libro Mi Filosofía de A a B y de B a A), exhibe serigrafías sobre tela y papel, videos –entre ellos los “Screen test” que se mostraron en el museo hace poco más de cuatro años-, fotografías polaroid y de cabina y dos instalaciones (“Silver clouds” y “Cow wallpaper”).

Los “Self-portrait in drags”, seis pequeñas Polaroid de 1981 –la primera como el Tío Sam-, reciben al visitante y lo guían hacia el autorretrato rosa fluo sobre tela que nos lo muestra en su clásico atuendo. Al costado una pequeña sala blanca contiene la célebre imagen de la lata de sopa Campbell, en diez versiones (o sabores). A continuación se abre la sala que expone un conjunto de íconos emblemáticos de EUA: el edificio Empire State, la Estatua de la Libertad, los grabados del billete de un dólar: aquí está expuesta la tesis del curador, marcada por las leyendas en las paredes que explicitan la pertenencia/pertinencia americana del artista.
La sala que sigue, la de la muerte mediatizada, muestra las serigrafías “Little electric chair”, “Suicide”, “Five deaths”, “Car crash”. Temas siniestros tratados en estridentes colores chillones, salvo algunos como “Suicide –silver” que se acompaña por la leyenda “…el plateado hace que todo desaparezca”.
La gran obra “Flash – The death of JFK” conformada por 24 cuadros con texto e imágenes convive en la otra sala con un conjunto de ocho serigrafías sobre lino en gris y azules que tematizan a Jackie Kennedy el día del entierro (“Es lo mejor que hizo en su vida, estaba encantadora, como una santa”, comenta A.W. desde la inscripción en la pared).
No podían faltar, a continuación, las psicodélicas Marilyns, en nueve versiones, una de ellas pintada con acrílico.
La tela de Mao abre la otra salita, con ese amarillo estridente molestando en el cuello. Esta es la sala de las creencias y encontramos retratados a Lenin, Mc Govern, la Polaroid con la hoz y el martillo y la “Red Cross” (sobre negro). Pivoteando sobre la imagen de Mao entramos en el micro recinto que sigue, el de los anuncios publicitarios, donde los artistas de Hollywood conviven con los objetos de consumo haciéndose uno con ellos. Irónicamente la obra “Be a man, win a body” cita la vieja publicidad “…yo era un alfeñique de 50 kilos y gracias al curso de Charles Atlas…”. Un poco como la competencia de la Costa Oeste que da  título a la exposición.
En la última sala encontramos el video “Blow Job” – “El sexo es una ilusión” dice, entre otras cosas, la cita de Warhol. Sexo y Marlon Brando, reproducido en gran tamaño en el afiche de “Un tranvía llamado deseo” como ícono del joven americano, rebelde y sexy sobre su moto. El autorretrato recortado del ’86 cierra la sala del 2º piso. En el pasillo, obras como “Jerónimo”, “John Wayne” y “Moonwalk” nos hablan de la historia americana, sus puntos de salida y de llegada, vistos desde los estereotipos construidos por los medios.

En la sala del primer piso se ubican las fotografías a artistas, amigos y celebrities, así como autorretratos. También los “Screen test” y un video en gran pantalla (aunque con sonido deficiente) del año ’65. Esta sala incluye comentarios acerca de la relación de Warhol con su cámara de fotos Polaroid (que, como su grabador Sony, llevaba consigo a donde fuera) y de las relaciones entre fama y riqueza “que son muy diferentes del bien”.
El curador quiere mostrarnos que la obra de Warhol es un espejo de su tiempo, de su país y de las patologías que exuda el “sueño americano”. Las célebres imágenes de Pelé con la pelota y Mohamed Alí con los puños en alto, que cierran esta sala, nos devuelven a esa sensación ambigua – ¿es crítico, conservador, afirmativo,  reiterativo, controversial?- que genera siempre el arte pop, ese genuino producto artístico estadounidense de exportación.